martes, 29 de marzo de 2016

Los daños colaterales de los grandes intereses


Un grito en el silencio. Así se descubre al niño entre la metralla de atentados, bombardeos y demás conflictos bélico-hipócritas que sucumben a miles de personas en todo el mundo. ¿Quién toma la palabra para los más vulnerables? ¿A caso el beneficio de unos pocos compensa los graves daños de este colectivo?

Más de un millón de niños han muerto en los últimos diez años como resultado de guerras comenzadas por adultos, bien por ser objetivos civiles o muertos en combate como niños soldados.
Nos encauzamos hacia un escenario donde se premia y aplaude al que por detrás confabula para destruir a su propio público. Aquella masa a la que debe agradecer que cada día vive y respira en este mundo al que llamamos civilizado. Intereses, daños colaterales y demás intereses del ser humano civilizado.

Es cierto. La utopía nunca podrá ganar el pulso de la fuerza político-empresarial. Acontecimientos publicados en los que la venda que trata de cegar tiene nombre de religión. ¿A caso un Dios quiere la muerte? El reclamo es y seguirá siendo el mismo: PAZ.

«España surte de armas a Arabia Saudí pese a que está cometiendo crímenes de guerra en Yemen.» «De 2003 a 2014, España ha exportado armamento a Arabia Saudí por valor de 725millones.» «El Parlamento Europeo pide bloquear la venta de armas a Arabia Saudí por 'uso indebido' de las mismas.» ¿Cómo y para qué se debería usar un arma? ¿Matar? Es curioso leer esta frase y ni siquiera estremecerse. Avanzamos hacia el precipicio de la inmunización de la barbarie.

Entretanto y ante el caos de un conflicto armado, los niños son los más perjudicados. No entra en su lógica lo que se está aconteciendo. Son todavía demasiado jóvenes para comprender lo que está ocurriendo o no tienen ninguna forma de defenderse contra el peligro. Daños físicos y emocionales que jamás podrán despegarse de su cuerpo y mente. La violencia terminará siendo para ellos una forma de comunicación, una manera con la que se resuelven los problemas.

Despeguémonos de la hipocresía lingüística y llamémoslo por su nombre: daños colaterales. Como las miles de personas —niños o no— que mueren en atentados cada día. Es parte del negocio. Así ha sido el mundo desde sus orígenes y así seguirá siendo. Una cruel realidad cada vez más camuflada por la manipulación en masa. Este es el papel que nos ha tocado desempeñar en el gran juego.

Ahora, ¿qué toca? ¿Tener miedo, no querer traer niños a este mundo? ¿Cuál será el siguiente foco para atentar? ¿Quién será el siguiente en dar su vida como daño colateral? Una desorientación real aunque quizás con demasiada tinta de humor negro, que la revista Charlie Hebdo hace en su portada.

La caricatura no será fácilmente comprendida por los más pequeños. Lo que sí podrán comprender mejor es la conversación de aquel niño con su padre tras los atentados de París. No está de más recordarla...