martes, 29 de noviembre de 2016

Escuchar el silencio

Parar para escuchar, parar para entender, parar para disfrutar, imaginar y conocer. Parar no es fácil. Cuesta mucho aunque nos empeñemos en mejorar nuestras trepidantes acciones de cada día, cuando quizás sea hora de educar nuestro silencio periódico.

Puede que la culpa la tengan las campanadas de la iglesia que ahora me despiertan los domingos, o mi empacho generalizado por ir deprisa. El estómago se resiente y se niega a digerir más. El cuerpo me pide a menudo serenidad y descanso.

Hace unas semanas empecé a meditar en grupo. Con lo escéptica que puedo llegar a ser, cada jueves trato de escuchar mi silencio interior. No hay manera. Haced la prueba. Espalda recta, manos descansando sobre el regazo y, a cerrar los ojos. Pensamiento por aquí, por allá. «El sol, la clave está en centrarme en el sol». Que si fuego, calor, amarillo, rayos, galaxia, planetas, presentación del martes. «Mejor hacemos esto y captamos la atención así. Aunque tendría que investigar. Tengo que llamar a, comprar, y preguntar a por.» En fin, imposible. Menos mal que no tengo apenas compromisos en mi vida. Igual la clave sería tener muchos. ¡Ya estoy otra vez! Para los tramposos: pensar en 'no pensar', no vale. Así me quedó claro la semana pasada a mí.




Vivimos en una vorágine de momentos pasados, presentes y futuros que pasan a convertirse en infinitos pensamientos. Llegar a casa, dejar el bolso, las llaves, quitarme los zapatos y escuchar durante cinco minutos silencio. Pues no hay manera de conseguirlo. Menos mal que confío en estas sesiones, que reúnen a personas que sí lo consiguen, aunque hablen de unos escasos minutos.

Quizás se trata de sustituir más que de negar. Puede que la válvula de escape se encuentre en parar como ahora, y escribir. Pero escribir sin pensar mucho, sin dedicar tiempo a políticos, ni sentirse frustrada por lo que vemos a diario en los medios, o incluso comentar una película de no culto. Quizás la clave esté en dejarnos llevar por ésos pensamientos reprimidos que intentamos eliminar. Como dice Lorena: hay que saludarles, verles bien de arriba a abajo y dejarlos ir tranquilamente, si es que quieren irse.

¿A caso mi gata piensa tanto? Y ahí está, tan pancha. Ojalá a veces sólo me dedique a comer, dormir y jugar con bolas de papel, aunque de vez en cuando mi naturaleza me obligue a marcar el territorio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario