martes, 13 de diciembre de 2016

¡Niño, quédate en el baño!

Cada día paso por este cartel de una marquesina de autobús:




La publicidad forma parte de nuestra vida. Autocontrol. Qué cierto.

Es entonces cuando me paro a recordar algunos de los anuncios con los que convivimos a diario y en los que se respetan, en la mayoría de las ocasiones, las libertades y derechos de todos.

Sin embargo, de repente me vienen a la mente ciertos programas de televisión que contrastan enormemente con el mensaje del cartel de la marquesina. Y pienso: ¿qué sentido tiene que un niño de seis años vea por ejemplo, no sé... Sálvame o Gran Hermano, así al azar, y luego se vaya al baño con anuncios que respetan la educación ciudadana? ¿No sería más bien al contrario? Que el niño visite el inodoro durante el emisión del programa. Porque visto lo visto, últimamente pasan cosas que dan la vuelta a la obviedad más racional.

Por eso, quizás lo que nos quiere decir este cartel sea más bien: ¿entiendes por publicidad lo que deberías entender por publicidad? En otras palabras: «no escribimos medios de comunicación, ni televisión, ni redes sociales, ni mensajes en las puertas de los baños públicos... ponemos publicidad que engloba todo lo anterior». Porque, para bien o mal, nuestro mundo se ha convertido en eso: en publicidad y marketing de por vida. Sea en forma de cartel de marquesina o primera página, que no última.

Así pues, la reflexión se queda reducida a una frase que una vez lanzaron en la carrera, en Producción Audiovisual: «dale al vulgo para comer paja y comerá paja, dale carne y comerá carne». Algo así. Un titular subliminal.

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