Hace unos días descubrí una gran historia entre dos personalidades opuestas, llegadas del mundo del folk y del rock, en la revista, recién aterrizada en España, Vanity Fair.
Los ahora septuagenarios Robert Allen Zimmerman o Bod Dylan y Joan Chandos Baez, o viceversa, protagonizan una película que más de una vez ha sido llevada a la gran pantalla. Ese "campesino de ciudad", nacido en Minnesota, se enamoró de la "frágil y buena chica de familia", nacida en NY, como más tarde ambos se describirían mutuamente.
Hace tan solo siete años y muchos desde entonces, el legendario Dylan, que comenzó su carrera con una guitarra y un piano en el salón de actos de su colegio secundario, reconoció para su autobiográfico Crónicas: Volumen I (2004): "En cuanto a la reina, esa era Joan Baez (...) Yo no podía dejar de mirarla. Ni siquiera me atrevía a parpadear. Ella tenía un aspecto espectacular, con su lustrosa cabellera negra que caía hasta la altura de unas caderas estrechas, y sus pestañas lánguidas, ligeramente curvadas hacia arriba. Era lo más alejado posible de una muñequita de trapo. Me quedé embodado a la pantalla. Además, estaba su voz. Una voz que ahuyentaba los malos espíritus. Por ilógico que parezca algo me dijo que ella era mi alma gemela, que era la cantante con la que mi voz podía armonizar perfectamente. Sin embargo, en aquella época mediaba un abismo entre nosotros. Yo seguía atascado en el patio de atrás. Pero tenía la corazonada de que tarde o temprano nos conoceríamos". Eran las mejores palabras que el 'rey' escribió a su 'reina'.
Ella descubrió, en la obra de su enamorado, una "mina de oro" de himnos para el movimiento y diría de él: "Era absurdo y nuevo y mugriento, más allá de toda descripción. Pero con un carisma único".
Más tarde el hechizo acabó. Dylan cambió las cuerdas por los cables - para componer obras maestras como Bringing it all back home (1965) o la "vomitiva" pieza Like a rolling stone -, las grandes causas por las que luchó la pareja por "dinero" o por un desinterés absoluto, y el cambio más significativo para Joan: Dylan se casaba con la modelo divorciada Sarah Lownds, con la que tampoco terminaría entre nubes de felicidad...
Fue entonces, cuando la mezcla de incompresión y frustración de Baez reflejaría la traición de su 'rey': "
era una enorme y transparente burbuja de ego. No solo cambia de cama, sino también de guitarra".
A partir de ahí, una cascada de reproches y dedicatorias, en las que emanaba un ácido sentido del humor, fueron convertidas en melodías que vienieron tanto de parte de Joan como la de Bob. De las primeras en aparecer fue To Bobby (1972), cuyas estrofas no dejan indiferente al sugerido y pasivo rockero. Algo más ligera fue la conocida Diamonds and rust, en la que Baez le pide al chico de Minnesota que vuleva a sus brazos: "...Eres tan bueno con las palabras / Y para que las cosas sean imprecisas / Porque yo necesito algo de esa imprecisión... Si me estás ofreciendo diamantes y óxido / Yo ya he pagado".
She belongs to me, Mamá, you've been on my mind, Visions of Johanna, Queen Jane approximately, de la que más tarde Dylan aclararía que "Queen Jane es un hombre", fueron algunas de las contestaciones/provocaciones del 'rey' a su 'niña de ciudad'.
No mucho después, las esenas de una vida en la carretera entre protestas pasarían a formar parte del celulóide de las películas. Renaldo and Clara, dirigida por Bob Dylan y en la que actuó Joan y su 'próxima' Shara, resultó "una película malísima. Es como esas cosas que se filman en un campamento scout. Deberían quemar todas las copias", diría ella. En la palícula no dejan de tirarse cuchillos:
- Baez: ¿No solías tocar la guitarra?"
- Dylan: No, ese era el otro tipo"
- ¿Qué otro tipo, Bob?
- El tipo bajito. Olvidé su nombre.
- Ah, ¿te refieres a ese muchachito judío de Minnesota? Su nombre era Zimmerman.
- Yeah.
Para el documental de Scorsese Bod Dylan: No direction home, Baez admite el dolor de entonces con la sabiduría de ahora: "Yo era para ellos, esa chica parca y chapada a la antigua, preocupada por temas sociales, que no experimentaba con cosas nuevas, criticando a todos y que quería mi tiempo junto a Bob. Fue horrible. Estaba segura de que al invitarlo a cantar conmigo en los EE UU, él haría lo mismo en Europa. No quería a nadie compitiendo con él".
Tras admitir que "quizás fue algo estúpido por mi parte no dejarla tocar" y asegurar que "no puedes estar enamorado y ser inteligente al mismo tiempo", el cuchillo de Bob era el más afilado y puntiagudo para Baez: "¿Joan y yo? Ella me trajo, yo la monté. Siento lástima por ella. No es como esos trotamundos que tocan instrumentos demenciales. No es nada más que una frágil y buena niña de familia".
Claro que Baez fue fiel a su elegante humor irónico y sensato: "No me debe nada porque no le debo nada. Es el ser más complejo que he conocido y hace tiempo que ya no intento entender cómo es o cómo piensa. Solo entiendo las canciones que nos ha dejado... Algo he comprendido: no le interesa cambiar las cosas. Y ese fue mi error. Empujarlo a que hiciera esto o aquello. Agotador para él e inútil para mí. Ridículo. Hasta que me convencí de que su contribución había sido la artillería de sus canciones. Puede que no le guste, pero lo cierto es que cambió nuestra época con su música".
En 2010, Baez y Dylan fueron homenajeados "como banda sonora del movimiento por los derechos civiles" en la Casa Blanca.
Mientras escucho la herencia de los años 60, 70 y algo de los arrugados pero no menos esenciales 80 (Like a rolling stone, Meet me in the morning, She belongs to me, The banks of the Ohaio, Forever young, We shall overcome, la legendaria Blown' in the wind, Diamonds and rust, incluso la latina interpretada por Joan Gracias a la vida), la hija de inmigrantes escoceses y mejicanos, y el joven narrador de Minnesota "no fuimos nada más que dos personas. Fuimos miles las personas, las imágenes que todos los demás tenían de nosotros. Ninguna era verdadera".